Un día me llamó Vero
para ir a ver a su abuelo,
entonces la cogí en su casa,
bajamos para ir al vitrasa.
Había asientos libres,
pero luego estaba lleno,
subió una señora mayor,
le dejamos el asiento,
pero la señora no quiso
y nosotras nos enfadamos.
Vero y yo nos reímos.
En la siguiente parada
subió un señor macarra
con piercing en la cara,
se sentó al lado nuestra
y Vero se asustó
pero él se quedó.
Yo le dije qué quería:
el señor quería hablar.
Tuvimos que marchar.
martes, 20 de mayo de 2008
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