martes, 20 de noviembre de 2007

(Imaginemos que aquí está la historia de Cristian)


Mientras esté en obras, no se puede votar por la narración de Cristian.

Las noches de claro en claro, y los días de turbio en turbio

Una la noche de verano de hace un año fui con mis padres al cine. Cuando acabó la película, teníamos que ir hasta mi casa, y luego hasta casa de mis prima, porque íbamos a dormir allí.
Al bajar por un puente, y después de haber pasado por algunos callejones, llegamos a la mitad del puente, donde había unos chavales. Pasamos de largo, pero nos empezaron a preseguir. Comenzamos a correr, hasta que nos encontramos a Castelao comprando una Claiverman. Nos pareció un poco raro, ya que era demasiado tarde para que una tienda estuviera abierta. Nos dijo que nos pusiéramos detrás de él, cuando de repente empezó a disparar contra los chavales que nos perseguían.
Ellos se pusieron a cubierta, ya que tenían un escudo táctil. Ellos también tenían una Snigh Howk.
Cuando menos me lo esperaba, apreció Cunqueiro desde lo alto de una casa, con una bazoca aire tierra. Justo cuando iban a hacer fuego a discreción, suena una alarma a lo lejos.
Era la alarma del despertador: todo había sido un sueño.
Empecé a pensar y llegué a la conclusión de que tenía que dejar de ver tantas películas de acción y al mismo tiempo dejar de leer tantos libros de Cunqueiro y Castelao.

Joel.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Un sábado en el barrio de las flores

El sábado estaba en el barrio de las flores, jugando al fútbol. Cerca de allí hay una caseta donde mucha gente celebra fiestas, especialmente los jóvenes: es donde hacen botellón.

Yo estaba con mis amigas, y de repente escuché a alguien pidiendo ayuda. Nosotros inmediatamente llamamos al grupo SAS, una especia de guerrilleros con casco y un fuerte traje preparados para cualquier misión. Mis amigos y yo esperamos a que llegaran y mientras fuimos a ver qué pasaba, una chica gordita había bebido mucho alcohol, se desmayó y se cortó con una botella de cristal en la muñeca. Cuando llegó el equipo SAS, comprobaron que la chica estaba grave, el jefe del grupo ordenó que mantuvieran sus posiciones y estos la hicieron desaparecer. Al cabo de unos días nos llegaron noticias de la chica: si hubiera tardado dos minutos más, hubiese muerto.

Raquel.

Eragon, Bin Laden y Harry Potter

En el viaje a Pakistán que realicé con mis padres y mi amigo Eragon, nos encontramos con un hombre llamado Bin Laden. Decía que quería realizar un ataque suicida contra George Bush y que necesitaba mujeres de ojos claros para hacerlas pasar por cristianas e infiltrarse fácilmente en la Casablanca. Eragon desconfió, y llamó a Safira con su teléfono móvil tribanda y, al cabo de cinco minutos, apareció lanzando llamas por la boca. Bin Laden se asustó y se refugió en una cueva cercana. Nosotros encontramos una mochila bomba, y, tras coger el detonador, escapamos y lanzamos la mochila a la entrada de la cueva. Pulsamos el botón, y después de una intensa humareda, pudimos descubrir que Bin Laden había escapado en un triciclo hacia Turquía. Era verano, y como aún nos quedaba un mes de vacaciones, decidimos ir por él. Eragon tenía contactos con varios terroristas de la zona, entre los que se encontraba Harry Potter. Llegamos a Estambul en el lomo de Safira y Eragon llamó por teléfono a Harry para reunirnos con él. Tras decidir cuál era el plan de ataque, descubrimos que Bin Laden estaba en una casa cerca de la costa. Nos acercamos hasta el mercado negro de armas y allí compramos AK-47.

Cuando llegamos a la casa, comenzamos a disparar con la idea de asustarlo. Pero lo que no nos esperábamos era que tuviese una patera en el embarcadero y se escapase sin darnos tiempo a reaccionar. Al final, decidimos volver a casa. Aquellas fueron unas buenas vacaciones.

Aarón.

El cementerio maldito


Este verano estuve con muchas amigas en un pueblo muy pequeño a las afueras de Vigo. Allí vivía una familia humilde pero muy extraña. Nos lo estábamos pasando genial y nos apeteció ir a la discoteca. Nos encontramos a aquella familia y nos contaron que tenían un don o una maldición que consistía en que a partir de los dieciocho años ya no crecían más. Estuvimos bailando un rato pero nos aburrimos y salimos. Ellos nos persiguieron hasta que nos paramos y nos cogieron, nos taparon los ojos y nos metieron en el cementerio. Yo tenía mucho miedo. Al entrar ella había muchas tumbas, lo normal para un cementerio, pero descubrimos que había cuatro con nuestros nombres. Ellos, para poder vivir más años, con dieciocho tenían que matar a personas, mejor dicho, enterrarnos vivos.

Yo fui la única que sobrevivió porque no se habían dado cuenta de que yo era igual que ellos, pero aún más invencible.

Antía.