
Un día, un grupo de amigos fueron de excursión al bosque. El día antes prepararon todo lo necesario para salir bien temprano. Cuando llegaron, montaron todas las tiendas de campaña y dejaron dentro las mochilas.
Dieron un paseo y llegaron a una cueva. Los chicos entraron y encendieron una luz. Alumbraron en todas las direcciones pero algo los detuvo… era un luz muy fuerte que los atraía. Esa luz provenía de un diamante muy grande y brillante. Inmediatamente, todos intentaron coger el diamante, pero no lo consiguieron. Se dieron cuenta de que era algo fantástico. Luego se fijaron que debajo ponía que estaba hechizado y quien se atreviera a coger el diamante padecería cosas terribles el resto de su vida.
Los chicos salieron corriendo de allí y se dirigieron al campamento. Por casualidad, pasaba por allí Manuel Rivas, y uno de ellos lo llamó y le pidió un autógrafo. Como no llevaba papel, el chico le dijo que no se preocupara, que él tenía un permanente en la tienda de campaña. Cuando volvió con el permanente, Manuel Rivas le firmó la camiseta y luego le preguntó qué hacían ellos en el bosque. El niño le dijo que sólo pretendían pasárselo bien un par de días de manera diferente, pero que no podía imaginar lo que les había ocurrido. Al momento el niño le dijo a Manuel Rivas que entrar en la tienda de campaña, que todos le iban a contar una historia. Manuel Rivas la escuchó encantado y sorprendido con lo que le estaban contando.
Al cabo de un tiempo, Manuel Rivas escribió un libro de aquella historia titulado El diamante hechizado. El libro tuvo mucho éxito y los chicos quedaron muy contentos, pero con curiosidad de qué pasaría con aquel diamante, si alguien lo había intentado o si había quedado guardado en aquella cueva sin que nadie más supiera de su existencia.
Vivian.